22 nov 2010

Café de Lorencini o de la Victoria

La Puerta del Sol el 2 de mayo de 1808

En 1868 eran más de cien los Cafés madrileños, seis de ellos estaban en la Puerta del Sol. Otros no perdían su condición de botillería, como la de Canosa, de gran esplendor en tiempos de Carlos IV.

Hablaremos más adelante de Pombo y la Fontana de Oro, y de otros tantos que lo pasaron mal cuando los franceses y en los primeros tiempos de la restauración de Fernando VII al trono.

Restablecida la Constitución Gaditana en 1820 adquirieron extraordinaria importancia política los Cafés de la Cruz de Malta, Fontana de Oro y Lorencini. De este último hablamos a continuación.

Don Carlos Lorencini era un italiano maduro, modelo de hombre trabajador y honesto, casado con una española que le había dado varios hijos y dueño del Café de Lorencini, también llamado de la Victoria, que estaba emplazado en la Puerta del Sol.

Si el sistema Constitucional se hubiera arraigado en España, seguramente el Café de Lorencini hubiese conservado la buena fama que tenía gracias a su excelente local y el esmerado servicio a los parroquianos que venía dando desde la primera década del siglo XIX.

Pero no fue así, sino todo lo contrario. Triste y lastimosa se presentó la vejez para don Carlos después de que el 23 de mayo de 1923 invadieran las turbas su establecimiento y todo lo destrozaran.
La ayuda de los frailes mínimos de San Francisco de Paula hicieron que el Café continuase abierto; pero los concurrentes habituales se hallaban emigrados o perseguidos, y los que acudieron no fueron capaces de renovar sus tiempos de esplendor.

Esta desgraciada historia viene dada por su condición de Café político o revolucionario, fama que adquirieron en aquella época la mayoría de los Cafés por formarse en ellos las sociedades que más tarde se harían llamar tertulias.

En este Café de Lorencini nacerá, con la jura de la Constitución por Fernando VII, la Sociedad del Lorencini. A ella concurrían personajes de tanta nota como el ex ministro don José García de León y Pizarro, el conde de Bisbal y el marqués de Amarillas, quienes pronunciaban discursos apasionados delante de un auditorio numeroso.

El diario ‘La Colmena’ del 28 de marzo de 1820, que se editaba en la imprenta de Repullés, suscrita en la Librería de Brún, ilustra de forma clara el ambiente del Café de Lorencini. Un artículo del que se desconoce su autor, pero, si acaso como ocurría con Mesonero Romanos y otros tantos escritores de la época, nos remontan a aquellos años en que Madrid era un hervidero.
Ver artículo ‘Café de Lorencini’ de ‘La Colmena

La Puerta del Sol hacia 1846 en un dibujo de José María Abrial

La vida cotidiana de Madrid y el Lorencini.
De las investigaciones realizadas por el autor de este blog y los de Historia Urbana de Madrid, Los Jueves de Gedeón, Cien Años de Gran Vía y Recuerdos del Bar Chicote, a través de los periódicos de épocas pasadas que atesora la Biblioteca Nacional de España (Hemeroteca Digital), son destacables los comentarios y recuerdos de la sociedad madrileña de antaño.

A continuación publicamos algunos fragmentos que corresponden a los avisos que tenían por costumbre publicar en el ‘Diario de Madrid’, sea como engañoso reclamo para publicitar un establecimiento o por la buena voluntad e inocencia del pueblo madrileño, donde queda reflejada la vida cotidiana de la ciudad, en este caso con referencias al Café de Lorencini.

El 22 de abril de 1815 un antepasado madrileño perdió un reloj de plata, ¿dónde?, en el Café de Lorencini.


El 13 de septiembre del mismo año el anuncio de una venta de carruajes no facilita un dato, junto al Café de Lorencini había una panadería y en la calle de las Beatas vivía un maestro de coches.


Sabemos que en el Café había un mozo llamado “Perico el portugués” gracias a este anuncio del 21 de octubre de 1917.


El 24 de diciembre de 1830 se despachaba leche de almendras en el Café de Lorencini.

El siguiente aviso hace referencia a los premios de la Real Lotería para el 17 de febrero de 1820, compuesto por una serie de objetos de los que se puede tener conocimiento en este enlace al ‘Diario de Madrid’ del 18 de julio de 1819.


El ‘Semanario pintoresco español’ del 26 de abril de 1846 publica el artículo “Costumbres”, donde se cita al Café de Lorencini y la cotidiana rutina de los madrileños en la Puerta del Sol.

Luz en la Puerta del Sol
El Café de Lorencini estuvo presente en muchos de los acontecimientos relevantes de la ciudad. En 1832 se realizarán las obras de instalación de cañerías para el alumbrado de gas en la Puerta del Sol, calles de Alcalá, Mayor, Arenal, Carretas, Montera y Carrera de San Jerónimo, situándose el gasómetro, que era de hojalata y de una capacidad de 1750 pies cúbicos, en el jardín contiguo al Café de Lorencini.

Hasta 1847 no se conseguiría que luciera el gas en Madrid; entonces se alumbraron el Salón del Prado, la calle de este nombre y la del Lobo (Echegaray)

La Puerta del Sol hacia 1899

Café invitado
Curiosidades

"SE RUEGA AL PÚBLICO ABSTENERSE DE DAR PROPINAS"
En 1933 se suprimieron las propinas a los camareros, acuerdo al que se llegó en el Jurado Mixto de Hostelería y que entró en vigor el 5 de julio de ese año.




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18 nov 2010

El Parnasillo o Café del Príncipe

Hacia 1830, en el Madrid Romántico, el más sombrío, solitario y ruinoso de los Cafés era el situado en la planta baja de la casa contigua al Teatro del Príncipe. Aquel reducto quería hacer honor al nombre  aunque por entonces no tenía comunicación con el teatro.

El local era de escasa superficie, estrecho y desigual, carente de todo tipo de decoración y comodidades. Su mobiliario estaba compuesto de no más de una docena de mesas de pino pintadas de color chocolate y unas cuantas sillas Vitoria. Se iluminaba con una lámpara de candilones pendiente del techo y media docena de los entonces llamados ‘quinquets’. Cerraban el local unas modestas puertas vidrieras con su ventilador de hojalata en la parte superior.

El empolvado suelo, pavimentado con baldosas de la rivera, dejaba crecer en sus intersecciones la hierba que pastaban los roedores.

En el fondo de la sala, debajo del hueco de la escalera, estaba el mostrador y dos mesitas con sus correspondientes sillas. Estas dos mesitas eran las únicas ocupadas por una clientela de cierta gravedad, diplomáticos antiguos en su mayor parte, y los noctámbulos señores Cuadra, Arriaza, Onis, Aguilar, Pereyra, Dehesa y Carnerero, que disfrutaban de un café o un chocolate servido a mano desde el mostrador en trebejos de cristal o loza de dudosa salubridad. El resto de las mesas, iluminadas por la tenebrosa luz de los candilones, permanecían desocupadas y el salón desierto, lo que aumentaba aún más el aspecto de miserable tugurio.


Quizá por esta descripción los artistas, literatos, jóvenes poetas y aficionados, que andaban desperdigados por el Venecia (calle del Prado), el de Sólito y el Morenillo, eligieron el Príncipe como lugar de reunión; aunque la verdad es que lo hicieron porque aquellos otros Cafés eran frecuentados por una concurrencia más heterogénea y desconocida.

En aquellos tiempos en que los círculos, ateneos, liceos y casinos no eran conocidos ni por el nombre, era lógico que aquella juventud de artistas pensaran que les convenía ‘encerrarse’ en algún tugurio solitario.
Fue así que una noche, allá por el año 30 o 31, un concurrido número de jóvenes, llamados luego ‘La Partida del Trueno’, tomaron aquel espacio lúgubre y solitario, plantaron el estandarte de las Musas y lo bautizaron con el título de ‘El Parnasillo’.

La Partida del Trueno
Puede imaginar el lector el carácter de aquel grupo entre los que se encontraban Espronceda, Vega, Escosura, Ortíz, Pezuela, Bautista Alonso y Santos Álvarez entre otros. Se sumaban a aquella legión de poetas los nombres de Pelegrin, Villalta, Ochoa, Castejón, Tirado, Las Heras, Larra, Doncel, Valladares, Pedro y Francisco de Paula Madrazo, Olona, Diana, los hermanos Mayo, Ferrer del Río, Peral, Navarrete y otros tantos.

De la Academia de San Fernando, capitaneados por el arquitecto de la Villa, Mariátegui, llegaba la legión de pintores como Madrazo, Rivera, Texeo, Carderera, Jimeno, Camaron, Villaamil, Esquivel, Mendoza, Maea y Gutierrez de la Vega. Y a estos se sumaban arquitectos, ingenieros, grabadores e impresores.
Cabe mencionar otras personalidades que allí se daban cita, como el director del Teatro del Príncipe, Juan Grimaldi, Manuel Bretón de los Herreros y Antonio Gil de Zárate.

El dueño del establecimiento, que además era alcalde de barrio, no fue ajeno a la importancia de la concurrencia de su Café, practicando entonces algunas reformas en instalaciones y decorado y añadiendo a su escueta carta unos inventos: el sorbete metafórico, el medio sorbete a dos reales vellón, y al mismo precio la taza de café con plus (tostada).

Aumentó también su plantilla de mozos, que hasta entonces estaba compuesta por un señor setentón al que llamaban Romo, sumando un joven de servilleta y mandil llamado Pepe, quien adquiriría el clásico y tradicional nombre de Pipí.

Y con esta renovación vinieron a ‘El Parnasillo’ otros nombres como los de Hartzenbusch, García Gutierrez, Zorrilla, Roca de Togores, Campoamor, Rubí, Lafuente, Tassara, Bermudez de Castro, Ros de Olano, los hermanos Asquerino, Vedia, Enrique Gil y Cayetano Cortés.

La oratoria política estaba cargo ahora de Caballero, Olózaga, González Bravo, Iznardi, Pacheco, Pérez Hernández, Bravo Murillo, Moreno López y Donoso Cortés.



Tal era la importancia de las tertulias de ‘El Parnasillo’ que los aplaudidos oradores no se conformaron con eso, sino que allí acudieron a depositar sus laureles y a recibir en él la confirmación o el visto bueno por sus éxitos.
Y fue en ‘El Parnasillo’ donde José de Larra halló el seudónimo de ‘Fígaro’, impuesto por Grimaldi recordando ‘El barbero de Sevilla’.

Escribió F. Martínez-Corbalán



Café invitado
Publicidad

De la revista 'Nuevo Mundo', del 2 de abril de 1926, rescatamos este anuncio que bien podría formar parte de nuestra colección 'Vintage'.
Se trata de una Cafetera Express para cuatro servicios que aún pueden encontrarse, ya fuera de uso, en unos pocos Cafés castizos.


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17 nov 2010

Los Cafés de antaño y Leonardo Alenza

Era obligado hablar del Café de Sólito por su relación directa con el Casino de Madrid, de actualidad por conmemorarse su centenario.

Aunque nuestra idea es recordar los Cafés madrileños de forma cronológica, en algún momento podemos cambiar el orden, sea el caso del Sólito, o el de algunos otros por tener escasas referencias sobre su fundación.

Nos permitimos la licencia de añorar aquellos espacios, más antros que Cafés en sus inicios, que utilizamos como adelanto de la variada y extensa lista de Cafés de los que intentaremos contar su historia.


Dice don Luis Arnedo en su tratado sobre ‘Los Cafés de antaño’:

“Por cada café que se cierra y los hay que perduran medio siglo sin vida aparente ni razón de ser por su mermada parroquia, se abren por lo menos dos”.

La idea de Café difiere mucho de la actual y, aunque en esencia cumplen el mismo servicio, los de antes eran cuarteles generales de los movimientos culturales que marcaron parte de la historia de nuestra literatura. Podemos decir que la historia contemporánea de España se escribió en los mármoles de las mesas de los Cafés.

De los más mentados en obras literarias podemos citar al Café del Príncipe, también llamado ‘El Parnasillo’, donde se fundará la segunda peña literaria y cafeteril madrileña con ilustres personajes como Espronceda, Zorrilla, Larra, Ventura de La Vega, Escosura, Gil y Zárate, y el propio Mesonero Romanos, entre otros.
La primera tertulia nacerá de la mano de Moratín (padre), Iriarte y otros literatos del XVIII en un Café llamado de San Sebastián. En tal caso, éste sería el primero de Madrid.

Después de la revolución de Riego, entre 1820 y 1823, se alegrará la Villa con los clubs a la francesa instalados en los Cafés de Lorencini de la Puerta del Sol, la Fontana de Oro, ubicado en la Carrera de San Jerónimo, donde estaba el convento de la Victoria, y el de la Nicolasa o de los Gorros, que era el club de los rojos o descamisados, situado en la Plaza de Santa Ana.

Estaban también los Cafés de la Alegría, que era muy malo, ubicado en la calle de la Abada, en el bajo de una fonda del mismo nombre; el de Levante, situado en la calle de Alcalá y probablemente antecesor del Nuevo Levante que se fundó con posterioridad en la Puerta del Sol; el billar-café del Morenillo, en la calle del Príncipe, conocido por hacer allí tertulias humorísticas Latorre, Luna y Guzmán.
 
Los cien mil hijos de San Luis harán languidecer los madrileños Cafés, llegando incluso a cerrar, y pasará a ser entretenimiento habitual la horca alzada en la Plaza de la Cebada.

En la Plaza de Santo Domingo se fundará el Café El Realista, que cerrará sus puertas a la muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1830) y con él renacerá la afición a los Cafés.

Entre 1830 y 1840 ‘El Parnasilo’ gozará de su máximo esplendor; se fundarán los Cafés de Genieys (Café y fonda en la calle de la Reina); el Café Nuevo, ubicado en la calle de Alcalá; el Neptuno, en Caballero de Gracia; Espejo, en la calle de Carretas, y continuarán los ya citados de Lorencini, Alegría y Levante; las botillerías de Canosa, de Pombo , y los de Malta y Solís.

El Café Suizo fue fundado antes de la Vicalvarada (Revolución de 1854); de allí salieron Francisco Salmerón y Alonso y otros patriotas para unirse al piquete que venía por la plaza de toros entonando el himno de Riego. El Suizo era centro político y literario, y santuario de la ciencia, entonces tan en boga.

Por la revolución del 54 se fundó el Café Iberia, situado en la Carrera de San Jerónimo, que disponía de un reservado para señoras y era frecuentado por demócratas y literatos. El local desapareció después de la revolución y renació como café elegantísimo a principios de la Restauración. Ya en el siglo XX nacerá en el mismo sitio la cervecería Iberia, lugar donde durante muchos años estuvo la tertulia humorística de Luis Taboada y Eduardo del Palacio, el Bilis-Club.

Hubo otros muchos Cafés, algunos ya difuntos, como el Café de la Rueda; el Brillante de la calle de Alcalá, famoso por la lotería que en él se jugaba; el Imperial, famoso por sus conciertos y las tertulias taurinas a las que acudía Frascuelo; el Fornos; el Madrid; el de la Estrella; el Venecia; el Esmeralda...

Son muchos los Cafés madrileños que iremos recordando. Nada más echar un vistazo a los que hemos mencionado para darse cuenta de los muchos que hubo y cuántas cosas se fraguaron en ellos.

Café invitado
Café de Arte: Leonardo Alenza y Nieto


Hablar de Alenza es recordar las tertulias de los Cafés madrileños. Nacido en Madrid en 1807, estudia pintura con Juan Rivera y José de Madrazo pero se obsesiona por Goya, de quien será uno de sus mejores discipulos.

Alenza pintará con notable realismo las escenas cotidianas de Madrid, entre las que se encuentran las tertulias del Café de Levante. Este Café madrileño será fuente de inspiración y retratará las reuniones de literatos, artistas y políticos con gran maestría. En algunas de estas obras figura el propio Goya formando parte en las tertulias.




El Café de Levante contará en sus muros con una considerable colección de cuadros de Alenza que serán trasladados del local de la calle de Alcalá al nuevo que fundarán en la Puerta del Sol. Finalmente los cuadros serán adquiridos por un particular. (Según fuentes consultadas las obras formaría parte de la colección Lázaro Galdiano, siendo su anterior propietario el general Gómez de Arteche)

Alenza murió joven, el 30 de junio de 1845, con tan sólo 38 años y sumido en la pobreza. Sus restos iban a ser enterrados en una fosa común en el cementerio de la Puerta de Fuencarral, pero sus amigos abrieron allí mismo una suscripción para costearle un sepulcro.


Leonardo Alenza nos dejó su visión del ambiente de los Cafés de principios del siglo XIX en dibujos y lienzos, algo que nos ha llevado a recordarle mientras disfrutamos de este café invitado.

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14 nov 2010

Café de Sólito



En nuestro blog Historia Urbana de Madrid hacemos referencia al Café de Sólito, lugar donde se fraguaría la idea de construir el edificio del Casino de Madrid en la calle de Alcalá.

La planta principal del Café fue alquilada por 24 reales diarios a Mariano Girón (duque de Osuna), Fernández de Córdova y Latorre, que con un capital inicial de 30 pesetas fundarán el 'Casino'. Podemos decir entonces que el Café Sólito fue el 'Casino de Madrid'.

Ya en 1818 se hablaba de Antonio Sólito y sus incursiones en el negocio de los cada vez más fructíferos Cafés madrileños. El 'Diario de Madrid' del 24 de julio de 1818 habla del establecimiento de un Café llamado del 'Buen Gusto' en la calle de Alcalá, frente al Buen Suceso.


El 'Diario de Avisos de Madrid' del 29 de septiembre de 1822 publica:


Antonio Sólito, orgulloso del rótulo de su local, más de un disgusto se llevó cuando alguno de sus parroquianos, como Mariano José de Larra, maliciosamente omitían el esdrújulo al pronunciar el nombre de su casa.

El Café, muy mencionado por el citado 'Fígaro', Mesonero, Zorrilla, y concurrido por no menos importantes personalidades, era un punto de referencia en la geografía madrileña. Así, en los anuncios de la época se solía decir:

Diario de Avisos de Madrid - 1829

Diario de Avisos de Madrid - 1831

En el año 1845 Eduardo L. Pelegrin escribe un romance dedicado a su catedrático de literatura, don Alfredo Adolfo Camus, en el que se cita al Café Sólito. Se publicará en el 'Semanario pintoresco español'.

Pincha para leer el Romance completo

Café invitado
Vintage
Hoy presentamos dos objetos entrañables que se utilizaban como reclamo publicitario enmascarado en 'obsequio a los clientes'. Se trata de una bandeja-plato y un cromo-plato respectivamente que don Crotido de Simón Martínez, dueño de la marca de cafés tostados al estilo de América, regalaba a sus clientes.

La firma 'CAFETO' estaba en la calle Hernán Cortés, 7 (Almacenes de Coloniales) y Sucursal en la calle Fuencarral, 33 de Madrid.




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10 nov 2010

Inauguración del Nuevo Café Europa

Poco a poco vamos conociendo aquellos Cafés madrileños que muchos de nuestros lectores añoran. Las fotografías del que hoy os presentamos son de calidad inferior, no por el fotógrafo (Sr. Cortés) sino por la impresión o digitalización.

Nuevo Café Europa
Mucho me gustaría poder invitarles a la inauguración del elegante y flamante 'Nuevo Café Europa', pero me temo que llegaríamos un poco tarde.


A finales de 1913 don Manuel Orejas, un conocido industrial de la época, fundará el nuevo establecimiento en la zona de Argüelles, justo en calle de la Princesa número 24, cercano al Palacio de Liria. Las obras estuvieron a cargo de un notable electricista, don Federico Nistal.


Era un referente para los aficionados a los cafés postineros por la calidad de sus productos y la exquisita atención. Además estaba en una zona aristocrática, en una calle de categoría que rinde homenaje a la dos veces Princesa de Asturias e hija de Isabel II, la tan querida por los madrileños María Isabel Francisca de Asís, también conocida como ‘la chata’.

Al frente del negocio estaba don Nicomedes Fernández, un profesional del sector que dirigía con gran maestría el lujoso 'Nuevo Café Europa'.


Disponía de un salón principal decorado a la inglesa, con muy buen gusto, seriedad y elegancia. También tenía una sala de billares, cuyas mesas fueron fabricadas ex profeso para el Nuevo Café, una cocina dotada de los últimos adelantos de la época y un equipo de profesionales que atendían el local con refinada categoría.

El 'Nuevo Café Europa' fue palideciendo hasta perderse en la nebulosa del tiempo, igual que ocurriese con la mayoría de los Cafés que brillaron con notable esplendor en el siglo XIX y parte del XX.


Café invitado
Lecturas para el cafelito
"Excelencias de la bebida del café, ilustradas con puntos de mucha erudición" es el título de un artículo aparecido en el barcelonés "DIARIO CURIOSO, Historico, Erudito, Comercial, Civil y Economico" del lunes 17 de enero de 1773. (De la Hemeroteca digital de la BNE)

Tanto el título como el nombre del diario son casi más extensos que el artículo, pero merece la pena acompañar el cafelito con esta particular lectura.

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